24 septiembre 2013

El calor que irradia el techo de mi casa

Este es uno de esos días en que pensando que hacer, me ha llegado el calor que irradia el techo de mi casa. Ese que, alrededor de las 2 de la tarde no tiene piedad ni compasión, si estoy enferma, de buen o de mal humor, en mis días o en mis noches, en mis pensamientos siderales o en mis poemas volátiles...

¡Ay, que calor! chillando estoy, me quema las ideas, me bloquea el canal de la cordura, me hace divagar. No entiendo, aún no quiero entender tal vez, que ese calor es infame, que todo lo que tocan mis manos está caliente, como cuando toco la superficie de una piedra en el monte al medio día, o como cuando tomas la taza de café y está caliente. No vale la pena, digo yo, pensar en eso, pero es inevitable porque el calor no se vá. Muchas veces voy a dormir y sigue ahí, cayendo sobre mi cuerpo tendido. Lo dejo de sentir en algún momento de la madrugada, cuando llegan frescos vientos del mar o de la alborada.

A otro día durante la mañana, tomo una taza de café y no puedo evitar pensar que en unas horas más, me visitará de nuevo el calor que irradia el techo de mi casa.

1 comentario:

lichazul dijo...

no sabes como me ha tocado este texto... el agobio se palpa...
cuántos somos los que no usamos aislante no solo para el calor también para el frío... somos seres permeables , como esos techos

ten una semana preciosa
abrazos